Azaenegue

La pequeña cordillera que conforma el macizo de Azaenegue o Altavista es la frontera pétrea que pone freno al alisio en el noroeste grancanario. Así pues, estas montañas tienen dos caras, una fresca y estacionalmente húmeda, las otra seca y bajo la influencia de un clima más sureño.
Para algunas especies, los risco de Azaenegue son el fortín donde agarrarse a la supervivencia.
Características que permiten convivir en esta divisoria a animales y plantas de uno y otro lado, de sur y norte. También aquí, es el pinar canario quien mejor ha sabido colonizar una geología salvaje que determina la vida de todos los presentes. Unas pocas sabinas, que tuvieron la suerte de germinar donde no llega el hacha, y pequeños rodales de brezos, son la mejor seña de que aquí se mezclan dos “mundos”.
Azaenegue es una buena atalaya desde donde asomarse a contemplar la región más natural de Gran Canaria. Tamadaba, Tirma y La Caldera componen un entorno indescriptible.
Deben ser muchas las especies que quedan por descubrir, ya que la abrupta orografía no lo pone fácil, y no pocas las que se conocen.
La siempreviva de la caldera, la mosquera del sur o la dama fina son destacables por tratarse de plantas exclusivas de la isla y de las que existen pocas poblaciones. Pero son cientos las que crecen en el macizo, retamas amarilllas, escobones, jarones, jaguarzos, tajinastes, bejeques o corazoncillos, por citar varias de las más representativas.
Picapinos, aguilillas, cernícalos y cuervos le ponen sonido a este pinar, mientras que queseros, camineros, pechuguitas y canarios le aportan mucho ritmo con su incesante actividad. El gavilán, aunque escaso, menudea zonas como la Hoya del Laurel, y el pinzón azul, igual que ocurre en Tamadaba, es visitante accidental.
La mancha roja del píleo le delata, se trata de un pollo de picapinos.
En la vertiente sur se desarrolla un pinar más abierto y soledo, y eso lo aprovechan los lagartos de Gran Canaria, que en algunos morretes cuentan con buenas poblaciones. El perenquén es ocupa entre las fisuras de las cortezas, y curiosamente en estos lugares adoptan colores muy oscuros. Por otro lado, el murciélago montañero resulta muy común durante los anocheceres de los meses más cálidos, revoloteando en abundancia sobre algunas degolladas.
La mariposa Vanesa de Canarias, la pimelia del pinar, o los caracoles del género Hemicycla son algunos de los invertebrados más frecuentes; y en los tabaibales amargos es posible encontrar al cigarrón palo.
Un paseo por la crestería de este macizo es una experiencia única, donde contemplar escenas singulares entre seres de lo más interesante y en medio de un pinar milenario hermanado con una geología espectacular.

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